Soda: La historia de un horno con final feliz
Como ya sabrás, para hacer jabón se necesita aceite y lejía. El aceite es prácticamente lo mismo. Pero ¿qué pasa con la lejía, hidróxido de sodio o NaOH?
¿Qué es? ¿Dónde podemos encontrarlo? ¿Cómo crece?
Originalmente, la soda se obtenía quemando algas. Sí, esas algas negras y secas que pican los pies en la playa.
Aún se pueden ver los antiguos hornos de sosa a lo largo de la costa bretona. Nada espectacular, parecen pequeñas trincheras de piedra, pero durante siglos fueron el medio de vida de muchos recolectores de algas.
Personas al borde de la pobreza, seamos claros. Era un trabajo duro y físico, y muy mal pagado. Se necesitaba una cantidad increíble de algas para obtener una cantidad minúscula de sosa, que se utilizaba principalmente para elaborar tintura de yodo a principios del siglo XX, cuando la asepsia demostró su valor para prevenir infecciones.
Pero mientras la medicina progresaba, las costas de Finisterre y la isla de Molène desaparecían bajo una nube de contaminación asfixiante.
En el papel, quemar algas puede parecer un método natural, sencillo y ecológico, pero si lo analizamos más detenidamente, no resulta tan atractivo.
Luego vino la industrialización y el progreso en la síntesis de sosa.
Y pasamos por etapas no tan buenas, con técnicas que implicaban mercurio, por ejemplo. Sin entrar en detalles, nos alegra que solo haya sido una etapa.
Hoy en día, la tecnología se ha vuelto sencilla y limpia: electrólisis de agua salada con paso a través de un sistema de membranas que clasifican las moléculas de NaOH.
Así que no, el bicarbonato no es un producto natural, no lo encuentras tal cual paseando por la playa, pero para hacer buenos jabones es imprescindible y su producción ha avanzado enormemente en el último siglo.
Además, lo puedes encontrar en Francia, lo cual no le quita nada.
Y quiero rendir homenaje a todos aquellos que, en las playas de Bretaña, se agotaron por casi nada hace cien años. Su trabajo es valioso para mí; tuvo que empezar por alguna parte.
Solène Lebon